jueves, 28 de agosto de 2008

Roberto Arlt: representante e imagen proyectual de la cultura porteña de entreguerra.

En este trabajo se intentarán analizar los procesos de transformación que experimentó Buenos Aires en el plano de las ideas, los textos y las prácticas culturales, a través de la producción de Roberto Arlt y de la construcción de un nuevo público lector.

Nos interesa responder algunas preguntas con el objeto de: comprobar y/o refutar, intentando reconstruir aquellas dimensiones de la experiencia frente a las nuevas prácticas culturales, frente a la aparición de un nuevo publico lector potencial, nuevas revistas y editoriales, como así también nuevos escritores entre los que se encuentra Roberto Arlt.

Algunas de las preguntas que motivaron el desarrollo del presente trabajo son:

¿Cómo construyó Arlt su identidad en el marco de una sociedad porteña que se encuentra en un proceso de transformación. ¿Cuál es el problema de la identidad y pertenencia en este caso?
¿Qué características tiene su discurso? ¿Qué representa Arlt para sus lectores? ¿En qué medida los lectores de Roberto Arlt ven en su figura la representación proyectual de lo que ellos anhelan y podrían alcanzar?
¿Cuál es su ideología?¿Qué propuesta política ideológica se desprende de sus crónica y novelas ante el vacío de poder de este período?.
Consideramos que Roberto Arlt representa para los sectores populares la proyección de lo que ellos pueden alcanzar por medio de la literatura autodidáctica y la experiencia de vida. El objetivo de este trabajo es analizar la identidad contradictoria y ecléctica en la figura de Arlt y en la de sus lectores, producto de de una cultura popular construida con retazos de distintos discursos e ideologías, pero en la que fluyen el pragmatismo y la propia experiencia.
Como fuentes nos basaremos principalmente en dos novelas de este escritor: El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929) y las publicaciones en el Diario el Mundo compiladas bajo el nombre de “Aguafuertes porteñas”.


1.1. ¿Cómo construyó Arlt su identidad en el marco de una sociedad porteña que se encuentra en un proceso de transformación?.
Durante el período de entreguerra, la ciudad de Buenos Aires se vio impactada por diversos factores como la urbanización, la modernización, la aparición de nuevas editoriales para un nuevo público lector potencial, etc.
El mercado editorial de aquel momento fue respondiendo a las necesidades del nuevo público potencial (producto de una mayor alfabetización, de una mejor educación y de la construcción de espacios de sociabilidad en los barrios que estaban en pujante crecimiento, como así también, consolidando distintos programas tendientes a operar sobre éste.
Roberto Arlt es producto de la cultura popular[1] de esos años. Su identidad se fue forjando poco a poco en este contexto con retazos de distintas ideologías, pero principalmente fundándose en su propia experiencia y en la lectura autodidacta. Por eso, muchas veces, podemos apreciar contradicciones y un marcado eclecticismo en su personalidad.
Su formación por fuera de los ámbitos formales le ha brindado la posibilidad de acceder a diferentes lecturas e ideas (socialistas, anarquistas, comunistas, fascistas, nihilistas, teosóficas, espiritistas, etc.), difíciles de aunar entre sí.
En la figura de Arlt encontramos lo que podría denominarse “personalidad coaktil”, una identidad en la que se mezclan distintas ideologías e identidades conformando una totalmente “nueva” y “distinta” a las anteriores. Por ello, es muy difícil encasillar a este escritor en algún grupo de pertenencia, estilo literario o ideología. Él se encuentra en los márgenes de la sociedad, de la literatura, y de las distintas ideologías. Está ubicado en su propio espacio: entre la exhibición de la cultura y la exhibición de la incultura, entre lo moderno y lo tradicional, entre el grupo boedista y martinfierrista, entre lo real y lo fantástico, etc.; y desde allí despliega todos sus conocimientos y su discurso literario[2].
Arlt crea una “nueva” y “distinta” identidad basada en su propia experiencia como lector, como ciudadano de esa Buenos Aires, como emergente de la cultura popular, como escritor y como representación proyectual de lo que podrían alcanzar sus lectores ( hombres y mujeres de los sectores medios y populares).
Él es consciente del lugar que ocupa en esta sociedad convulsionada por las transformaciones, y de la incidencia que puede llegar a tener su palabra sobre sus lectores. Con esta “autoridad” escribe para ellos con un tono que a veces pareciera muy irónico y sarcástico, pero que evidentemente no afecta la moral de quienes lo leen, porque ven en él a uno de los suyos, a un amigo con mucha experiencia de vida que los aconseja a través de sus Aguafuertes porteñas o que los hace delirar a través de sus novelas y obras dramatúrgicas.

1.2 Características del discurso: entre la exhibición de la cultura y la exhibición de la incultura; entre lo real y lo fantástico.
Durante el período de entreguerra ingresan al campo intelectual escritores que vienen del margen, como Roberto Arlt, como así también, la tematización del margen que ellos producen. Para Sarlo esto se traduce en “… un sistema nuevo en donde se perciben cruces formales entre diferentes niveles de lengua y diferentes estética…”[3]
Para esta autora las obras de Roberto Arlt “… mezclan dos temas, la precariedad de su formación y la exhibición de lecturas, que son contradictorios pero, de algún modo, también complementarios, porque la exhibición de lecturas ocupa el lugar que, ni por linaje ni por adquisición, pueden otorgar otros títulos…” [4]
Durante sus novelas continuamente se enuncian títulos de obras literarias con la finalidad de mostrar que el autor posee cierto bagaje cultural adquirido a través de la lectura autodidacta.
“… Sobre una silla, junto al respaldar del lecho, tenía las siguientes obras: Virgen y Madre de Luis de Val, Electrotécnica de Bahía y un Anticristo de Nietzsche. Virgen y Madre, cuatro volúmenes de 1.800 páginas cada uno, me los había prestado una vecina planchadora…”[5]
Para Sarlo la utilización del sarcasmo es una de las formas del resentimiento ante la distribución de la cultura. Para ella, Arlt escribe a partir de un vacío que debe ser colmado con los libros y los autores que menciona, lo cual manifiesta una dualidad entre la exhibición de cultura y exhibición de incultura. Según Sarlo, este discurso doble de la ironía niega y afirma, al mismo tiempo, la necesidad y la futilidad de la cultura.
“… - Pero, ¿dónde diablos ha estudiado usted todas esas cosas?
- En todas partes, señor. Por ejemplo: voy por la calle y en una casa de mecánica veo una máquina que no conozco. Me paro, y me digo estudiando las diferentes partes de lo que miro (…) además tengo una biblioteca regular, y si no estudio mecánica, estudio literatura.
- ¿Cómo –interrumpió el capitán- también literatura?
- Sí, señor, y tengo los mejores autores: Baudelaire, Dostoievski, Baroja…”[6]
La figura del inventor es clave tanto en El juguete rabioso como en Los siete locos. El batacazo, exaltación final que obsesiona a Silvio y a Erdosain, puede alcanzarse a través de un descubrimiento afortunado, la construcción de una máquina o la obtención de una fórmula química. El triunfo del inventor proporciona, de un solo golpe, fama, mujeres y dinero. Por ello, la técnica es una de las temáticas favoritas en la literatura de los humildes,y una vía hacia el éxito que puede prescindir de la universidad o de la escuela media.
“… Teoría… sueños…- me interrumpió restregándose las manos-. Yo lo conozco a Ricaldoni, y con todos sus inventos no ha pasado de ser un simple profesor de física. El que quiere enriquecerse tiene que inventar cosas prácticas, sencillas…”[7]
Para Teresa Garmuglio los materiales y procedimientos de Arlt respondían a convenciones propias del realismo moderno “… un verosímil asentado en lenguajes, escenarios (…) reconocibles para el lector y asimilables a su experiencia.”[8]
Pero ese realismo modificaba la composición del relato. No era el realismo ni el de los boedistas ni el de los Payró o los Galvez, sino que agregaba unos factores extraños, vinculados con fantasías de transgresión en todos los órdenes de la moral social, introducían nuevas figuras y espacios, formas atípicas de la metáfora y distorsiones del orden temporal – causal. Estas modificaciones no se agregaron de una sola vez, sino que obra tras obra fue adosando estos nuevos factores, considerados atípicos para el realismo contemporáneo. La identidad literaria y las características “arltianas” se fueron construyendo poco a poco a partir de su propia experiencia personal. Así podemos ver que El juguete rabioso (1926) posee menos transgresiones (al realismo), que las que tiene Los siete locos (1929), y las que tuvieron obras dramatúrgicas posteriores, que se alejan del realismo ingresando en un mundo mas cercano a lo fantástico.
Para Gramuglio, Arlt “… postuló un realismo de exceso, apto para unos tiempos de violentas conmociones, que exigían acción dramática y héroes poderosos…” [9]
En este contexto puede comprenderse la incorporación de personajes que se encuentran entre lo real y lo fantástico, como el Astrólogo el Buscador de oro en Los siete locos. Personajes “locoides” que parecieran alejarse de lo real, o al menos cuesta imaginárselos en los años de entreguerra en la ciudad de Buenos Aires.

1.3. Las referencias al mometo
En las dos novelas de Roberto Arlt, El juguete rabioso (1926) y Los siete locos (1929), la vida de los personajes es miserable y a pesar de que intentan salir de esa condición nunca lo logran.
Silvio Astier, protagonista de El juguete rabioso intenta tener un lugar dentro del ejército, pero es expulsado porque sus iniciativas e invenciones no son valoradas dentro de esta institución mientras se privilegian “recomendados”, dando muestras de corrupción.
“… ¿De baja, mi sargento?- temblaba todo al hablarle.- (…)
_Pero si yo no he cometido ninguna falta, mi sargento, usted lo sabe bien.(…)
-¿qué quiere que le haga? Claro que no está bien…creo, no, no lo sé… me parece que el capitán tiene un recomendado… así me lo han dicho, no sé si es verdad, y como usted no ha firmado contrato todavía, claro, sacan y ponen al que quieren. Si hubiera firmado contrato no habría caso, pero como no está firmado, hay que aguantarse...”[10]
Más tarde busca empleo y lo único que consigue es trabajar en una librería a cambio de hospedaje, comida y un mísero sueldo.
“… Bueno mirá … Te voy a dar un peso y medio, y casa y comida, vas a estar mejor que un príncipe, eso sí,- y el hombre inclinaba su greñuda cabeza- aquí no hay horario… la hora de más trabajo es de ocho de la noche a once… ”[11]
El problema central de esta obra es la vivencia del joven Silvio Astier, que tiene que ingresar al mundo laboral, sabiendo que sólo lo esperan la explotación y humillación. La crítica al trabajo asalariado se hace presente:
“…La sociedad actual se basa en la explotación del hombre, de la mujer y del niño. Vaya, si quiere tener conciencia de lo que es la explotación capitalista, a las fundiciones de hierro de Avellaneda…”[12]
En sus Aguafuertes porteñas, Roberto Arlt incluye un texto llamado "¿Quiere ser usted diputado?", en el cual saca a relucir toda la corrupción propia de los políticos, y en cierta medida también, al período democrático de ese momento.
“… Si usted quiere ser diputado, no hable a favor de as remolachas, del petróleo (…)no hable de fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa de obrero, del empleado y del niño. No, si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes:
-Soy un ladrón, he robado… he robado todo lo que he podido y siempre.
(…)Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a “acomodarme” mejor.
(…)Me propongo vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamento en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es porque no hay justicia, señores…”
Con este discurso, lo matan o lo eligen presidente de la República…”[13]
Arlt en Los siete locos fue capaz de mostrar el descontento que existía dentro del Ejército. La secta que haría la revolución contaba con un Mayor, y en sus palabras podemos anticipar lo que luego sucedería en 1930.
“… Las ideas de dictadura y los acontecimientos políticos militares de estos últimos tiempos, me refiero a España y a Chile, han hecho pensar a muchos de mis camaradas que nuestro país podría ser también terreno próspero para una dictadura (...) desde ya puedo anticiparles que son más numerosos de lo que ustedes creen los oficiales desengañados de las teorías democráticas, incluso el parlamento. No me interrumpa señor. El noventa por ciento de los diputados de nuestro país son inferiores en cultura aun teniente primero de nuestro ejército…”[14]
Las similitudes con los hechos posteriores son tan grandes que el mismo Arlt en reediciones posteriores aclaró lo siguiente en una nota de autor:
“Nota de autor: Esta novela fue escrita en los años 28 y 29 editada por editorial Rosso en el mes de octubre de 1929. Sería irrisorio entonces creer que las manifestaciones del Mayor han sido sugeridas por el movimiento revolucionario del 6 de setiembre de 1930. Indudablemente, resulta curioso que las declaraciones de los revolucionarios del 6 de setiembre coincidan con tanta exactitud con aquellas que hace el Mayor y cuyo desarrollo confirman numerosos sucesos acaecidos después del 6 de setiembre.”[15]
Esto demuestra que más allá del hecho curioso, Arlt tenía una percepción admirable de lo que acontecía en las distintas instituciones y sectores de ese momento, tanto que su ficción llegó a convertirse en realidad. Teresa Gramuglio encuentra una nueva contradicción en este acontecimiento: “…Arlt había justificado la invención de los locoides y de la Sociedad Secreta apelando a un principio de la mimesis realista: el arte no hace sino imitar la vida. Al reeditar Los siete locos después del golpe, agregó una nota del comentador que operaba a la inversa (…) Esa estrategia apuntaba a conferir a su ficción un carácter casi profético
1.4. Propuesta política-ideológica.
La secta descripta en Los siete locos no posee aparentemente una ideología clara, sino que persigue solamente el fin revolucionario, entendido como la instauración de un tirano:
“…Cuando converse con un proletario seré rojo , ahora converso con usted(…)Seremos bolcheviques, católicos, fascistas, ateos, militares, en diversos grados de iniciación…”[16]
“…Crear un hombre soberbio, hermoso, inexorable, que dormía las multitudes y les muestra el porvenir basado en la ciencia (…). Nosotros crearemos ese príncipe de sapiensa. (…) Un Ford, un Edison tienen mil posibilidades más de provocar una revolución que un político…”.[17]
Para Sarlo en las obras de Arlt, la idea del tirano se asocia con la idea de poder que está presente en la época: “…traduce así un tópico del período, que tiene varias versiones de izquierda y de derecha. Y Arlt, según los textos, adopta uno u otro clivaje (…) el deseo del tirano (o de serlo) está asociado a la potencia intelectual y al saber…”[18]
“… ¿Sabe usted cuanto asesinatos cuesta el triunfo de un Lenin o de un Mussolini? A la gente no le interesa eso porque Lenin y Mussolini triunfaron…”[19]
Para ella Arlt escribe en este espacio ideológico construido con discursos contradictorios, oscilatorios y fusionados. Estamos en presencia de una cultura de mezcla y en este caso ante una “personalidad coacktil”, en donde distintas ideas y “personalidades” se mezclan entre sí generando una personalidad e ideología totalmente nueva y distinta a las anteriores.
La autora señala la secta de la novela “…se trata de una revolución futurista, con su peculiar mezcla de esteticismo, violencia y tecnología, encaminada a destruir, nietzscherianamente, la mentira metafísica cristiana…”[20]
Por último, a partir de lo expresado en líneas anteriores, podemos distinguir que ante el vacío de poder que se manifiesta en este período, desde la figura de Arlt surge así un modelo que no hace más que reafirmar una personalidad coacktil, propia de una formación autodidacta fuera de los marcos institucionales tradicionales en los que predominan matices del nihilismo nietzscheriano junto con rasgos anarquistas y fascistas.
En estas fuentes literarias se describen magníficamente las transformaciones y los conflictos que vivían los sectores populares porteños de la entreguerra: la urbanización y la modernización; la aparición de nuevas editoriales que apuntan a un nuevo público lector y a construir ideas en un heterogéneo marco ideológico.


[1] Thompson y los historiadores marxistas de orientación cultural perseveran en dos conceptos generales: en el concepto de “clase” y en el de “Cultura Popular”. Por “Cultura Popular”, Thompson entiende una cultura plebeya que se resiste a las condiciones y prácticas del poder establecidas.

[2] Benhbid, Seyla indica que no puede haber una interpretación de una cultura holística, y que una cultura grupal se puede contradecir con lo personal. Por ello la identidad individual muchas veces está enfrentada con la identidad grupal.
[3] Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Nueva Visión .pág. 180.
[4] Ibidem. pág 51
[5] Arlt, Roberto. El juguete rabioso. Colección Letra Mayor. Ed Altamira. Pág.24
[6] Ibidem. Pág. 97
[7] Ibidem. Pág.75
[8] Gramuglio, Teresa. Posiciones, transformaciones y debates en la literatura. Tomo VIII. Nueva Historia Argentina. Ed Sudamericana. 2001..Pág. 374.
[9] Ibidem. Pág.375.
[10] Arlt, Roberto. El juguete Rabioso en Colección Letra Mayor. Ed. Altamira .Pág.103
[11] Ibidem. Pág 61

[12] Arlt, Roberto. Los siete locos. Centro Editor de Cultura. 2005.pág.34
[13] Arlt, Roberto. ¿Quiere ser usted diputado? Aguafuertes porteñas. Pág. 116-119
[14] Arlt, Roberto. Los siete locos. Centro Editor de Cultura. 2005 .Pág. 100
[15] Ibidem.
[16] Arlt, Roberto. Los siete locos. Centro Editor de Cultura. 2005. Pág. 91
[17] Ibidem. Pág. 30
[18] Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Nueva Visión. Pág. 53
[19] Arlt, Roberto. Los siete locos. Centro Editor de Cultura. 2005. Pág. 83
[20]Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Nueva Visión. Pág. 54